viernes, 1 de abril de 2011

Retazos Vacceos: Los cenizales de Simancas.

La Septimanca romana es citada en el Itinerario Antonino -algo así como la guía Campsa del siglo III d.C.- dentro de la denominada calzada Oceloduri-Cauca, o también Vía del Duero. En el se indican las diferentes mansiones ubicadas a lo largo de las principales vías de comunicación en época romana, detallando distancias en millas, algo que ha posibilitado la localización de diferentes enclaves desaparecidos por toda la red de calzadas romanas. En el caso que nos ocupa, la identificación de Simancas con la antigua Septimanca, Sepmánica o Sentimanca ha sido posible gracias al propio Itinerario y a los trabajos arqueológicos acometidos en este municipio desde los años 30 del siglo pasado. Pero la ocupación del cerro que preside el paso del río Pisuerga y su posterior confluencia aguas arriba con el Duero, hay que buscarlo en épocas anteriores a la romanización del territorio peninsular. Será el pueblo Vacceo quien colonice este promontorio al menos desde el siglo IV a.C. con una clara intencionalidad de permanencia, buscando para la ubicación de su núcleo urbano un lugar elevado de fácil defensa bien abastecido de recursos hídricos y arbóreos. Tradicionalmente se denomina como oppidum a este tipo de ciudad en altura, nomenclatura utilizada por Julio Cesar a la hora de describir los poblados fortificados que encontró durante las guerras de conquista que llevó a cabo en la Galia entre el 58 al 50 a.C. La presencia del pueblo prerromano de los vacceos en Simancas ya fue rastreada en 1949 por D. Saturnino Rivera Manescu, quien fuera director del Museo Arqueológico Provincial entre los años 1930 hasta 1957, rescatando unos pocos fragmentos cerámicos durante las obras de trazado y excavación de las zanjas de cimentación de los cuarteles de la Guardia Civil. Años después, el 21 de septiembre de 1965 se llevaron a cabo las intervenciones arqueológicas en las inmediaciones del Cerro de las Perdigueras, concretamente en el llamado Huerto de los Frailes por el arqueólogo vallisoletano Federico Wattenberg, por entonces Director del Museo Nacional de Escultura de Valladolid y autor de La Región Vaccea: Celtiberismo y romanización en la Cuenca Media del Duero”, tesis doctoral publicada en 1959. Los resultados de los trabajos arqueológicos efectuados por Wattenberg en Simancas quedaron reflejados en la publicación “Estratigrafía de los cenizales de Simancas (Valladolid)”. En ellos se documentaron 10 niveles de vertidos procedentes del poblado vacceo donde se recuperó un importantísimo lote de cerámicas adscritas a este periodo conocido como la II Edad del Hierro. Por aquellas fechas, era poco lo que se conocía de este pueblo respecto a su entidad cultural y su presencia en el Valle del Duero. La excavación de los cenizales puso en sintonía los descubrimientos hechos por Pedro de Palol y el propio Wattenberg en el yacimiento del Soto de Medinilla años atrás, donde se exhumaron los restos de un poblado adscrito a la I y II Edad del Hierro con materiales arqueológicos muy similares a los recuperados en Simancas. El utillaje cerámico del pueblo vacceo se caracteriza por el uso del torno alfarero –como innovación tecnológica respecto al periodo anterior- a la hora de elaborar una extensa tipología cerámica que nos acerca a sus usos y costumbres, aunque sin abandonar la elaboración de piezas modeladas a mano –esto es sin ayuda del giro del torno- que decoran profusamente con estampillas y decoraciones incisas hechas con pequeños peines dotados de finas púas. Los barros torneados suelen ofrecer tonos rojizos y anaranjados con decoración pintada a base de semicírculos concéntricos de color rojo y vinoso, bandas paralelas y ondulaciones, formas animales –prótomos de caballos, diferentes especies de peces, aves etc.- o zoomórficas, combinando en este último caso figuras animales de serpientes y lobos. Su significado mezcla lo estético con lo sincrético, definiendo verdaderos lienzos en barro donde el artesano plasmó los gustos e influencias del pueblo vacceo.

Gracias a la arqueología conocemos hoy en día la ubicación de algunos de estos centros urbanos vacceos como es el caso de Intercatia (Tiedra, Valladolid), Pintia (Padilla de Duero, Valladolid), Cauca (Coca, Segovia) o Septimanca. Los estudios realizados en los últimos 50 años acerca de la idiosincrasia de la cultura vaccea, nos cuentan que fue un pueblo que opuso tenaz resistencia frente a las legiones romanas en defensa de sus costumbres y de su forma de vida, así como fieles aliados de los celebres numantinos durante las Guerras Celtibéricas (S. II a.C.) prestándose ayuda mutua. Sus ciudades se muestran como auténticos núcleos urbanos donde una élite guerrera coronaba la cúspide del entramado social. La agricultura y la ganadería fue su principal actividad económica y fuente de riqueza, tal y como lo ha sido tradicionalmente por estos lares, por no hablar del uso del adobe como material de construcción que sin duda alguna entronca con nuestra arquitectura tradicional. Son muchos los secretos que aun guarda este pueblo bajo el subsuelo, pero sin duda alguna no pasara mucho tiempo sin que descubramos algo más de estas gentes asentadas en el corazón de Castilla hace 2500 años.



Raúl Martín Vela


Arqueólogo


Museo de Valladolid



Para saber más:



MARTÍN VELA. R. (2009): La Tumba del Vacceo: una propuesta didáctica en el Museo de Valladolid. Oppidum. IE Universidad. Segovia, 217-232.


SANZ MINGUEZ C., VELASCO VÁZQUEZ J. (2003): Pintia: un oppidum en los confines orientales de la región vaccea. Investigaciones Arqueológicas Vacceas, Romanas y Visigodas (1999-2003). Universidad de Valladolid. Valladolid


WATTENBERG F. (1978): Estratigrafía de los cenizales de Simancas. Monografías del Museo de Valladolid. Dirección General de Patrimonio Artístico. Archivos y Museos. Valladolid.

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